La paloma de este cuento era tan pero tan despistada que un día, cuando viajaba al desierto del norte, terminó en las selvas del sur. Allí, en medio de ese montón de árboles donde viven tigres, culebras y micos, se hizo amiga de una sardina. Una noche, en una conversación muy larga, le habló de sus primas, las palomas mensajeras. “¿Y si yo fuera una sardina mensajera?”, se preguntó entonces la amiga de la paloma de este cuento.